Esta mañana, la Real Academia Sueca de Ciencias otorgó a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson el Premio Nobel de Ciencias Económicas 2024. Su exploración sobre cómo se forman las instituciones de gobernanza y cómo influyen en la prosperidad de una nación nos ayuda a entender por qué algunas naciones son más exitosas que otras. Su trabajo se basa en entender los impactos históricos de la colonización, revelando cómo la creación de instituciones inclusivas o extractivas ha llevado a destinos económicos divergentes de las naciones. Los laureados enfatizan que las instituciones inclusivas no solo promueven la prosperidad económica, sino que también fomentan entornos donde la educación prospera, permitiendo a los ciudadanos participar activamente en la configuración de sus sociedades.
Del comunicado de prensa de la Academia (press release):
Algunos países quedan atrapados en una situación con instituciones extractivas y bajo crecimiento económico. La introducción de instituciones inclusivas crearía beneficios a largo plazo para todos, pero las instituciones extractivas proporcionan ganancias a corto plazo para las personas en el poder. Mientras el sistema político garantice que permanecerán en control, nadie confiará en sus promesas de futuras reformas económicas. Según los laureados, esta es la razón por la cual no ocurre ninguna mejora.
Esto sirve como una llamada de atención. Nos insta a examinar las mismas bases sobre las cuales están construidas nuestras sociedades. ¿Estamos fomentando instituciones que empoderan e incluyen, o estamos perpetuando sistemas que excluyen y explotan? Esto subraya el papel crítico que juega la educación en la construcción y sostenimiento de la sociedad civil.
La educación como base para la sociedad civil
Acemoglu, Johnson y Robinson destacan que las instituciones inclusivas son cruciales para el crecimiento económico sostenido. Extendiendo esta idea, la educación se convierte en un elemento fundamental en el cultivo de la ciudadanía activa e informada necesaria para que estas instituciones prosperen. De lo contrario, las personas se vuelven susceptibles a promesas vacías de quienes están en el poder, y el crecimiento no ocurre.
El desafío: nuestros sistemas educativos actuales a menudo están fallando en producir ciudadanos activos y comprometidos capaces de nutrir instituciones inclusivas. Las escuelas convencionales se centran en el aprendizaje memorístico y los exámenes estandarizados, a menudo descuidando el desarrollo crucial del pensamiento crítico y la participación cívica. Si continuamos por este camino, corremos el riesgo de criar generaciones mal equipadas para desafiar instituciones injustas o participar significativamente en la democracia.
La educación debe ser más que un medio para conseguir un trabajo; debe ser un catalizador para el desarrollo social. Esto implica:
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Construir responsabilidad cívica desde temprano: Si los estudiantes no aprenden sobre su poder para efectuar cambios, es posible que nunca lo intenten. Las escuelas deberían ser incubadoras para la conciencia social y la acción.
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Fomentar exámenes críticos de la sociedad: No deberíamos evitar discutir verdades incómodas sobre nuestras instituciones. Solo reconociendo los defectos podemos esperar abordarlos.
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Enseñar los mecanismos del cambio: Comprender cómo navegar e influir en las estructuras institucionales empodera a los individuos para convertirse en agentes de cambio en lugar de observadores pasivos.
En el lado humano... desarrollando metaliteracidad para navegar un paisaje informativo complejo
El bombardeo de información en el mundo moderno—tanto creíble como engañosa—es implacable. Este diluvio hace que sea cada vez más difícil discernir la verdad de la manipulación. Introducir el desarrollo de metaliteracidad en la educación es esencial para empoderar a los individuos para navegar este paisaje complejo. Al integrar la metaliteracidad en nuestros marcos educativos, fortalecemos la resiliencia de las sociedades democráticas contra la desinformación y la manipulación externa.
Metaliteracidad abarca habilidades que permiten a los individuos no solo consumir información de manera crítica sino también producir y compartir contenido de manera responsable en diversas plataformas. Anima a los aprendices a analizar la fuente de información, entendiendo quién está detrás del contenido y cuáles podrían ser sus motivaciones—especialmente crucial cuando actores no democráticos intentan ejercer influencia. Reconocer sesgos y propaganda equipa a los individuos con las herramientas para identificar contenido manipulador diseñado para influir en la opinión pública o socavar procesos democráticos. Participar en el juicio reflexivo promueve la consideración cuidadosa de la información antes de aceptarla o compartirla, fomentando una ciudadanía más informada y responsable.
Por ejemplo, considere la propagación de la desinformación durante la pandemia de COVID-19, un fenómeno que la Organización Mundial de la Salud denominó infodemia. Afirmaciones falsas sobre curas milagrosas, como el consumo excesivo de ajo o incluso sustancias nocivas como la lejía, proliferaron en las plataformas de redes sociales y políticos menos informados. Estas narrativas peligrosas no solo pusieron en riesgo vidas individuales, sino que también socavaron las respuestas de salud pública al alimentar la vacilación ante las vacunas y la desconfianza en la experiencia médica.
De manera similar, en los últimos ciclos electorales, la tecnología de deepfake se ha empleado para crear videos convincentes pero fabricados de figuras políticas. En la temporada actual de elecciones presidenciales de EE. UU., los videos de deepfake circulaban en las plataformas de redes sociales, algunos originados por entidades extranjeras que intentaban influir en las percepciones de los votantes. Las campañas coordinadas de desinformación han buscado explotar las divisiones sociales, diseminando información falsa que podría erosionar la confianza en las instituciones democráticas en EE. UU. y en otros países. Al educar a los ciudadanos para que evalúen críticamente dicha información, podemos mitigar el impacto de estas tácticas manipuladoras y fortalecer la integridad de nuestros procesos democráticos.
Estos incidentes destacan el profundo impacto que la desinformación puede tener en la sociedad. Al educar a los ciudadanos para que evalúen críticamente la información que encuentran—cuestionando fuentes, identificando sesgos y reflexionando antes de compartir—podemos mitigar la influencia de tácticas manipuladoras. La metaliteracidad empodera a los individuos para navegar con confianza por el complejo paisaje informativo, tomando decisiones informadas que mantienen la integridad de nuestros procesos democráticos.
Por otro lado... entendiendo el doble papel que la tecnología tiene con la sociedad
La tecnología, particularmente la inteligencia artificial, se encuentra en una encrucijada. Puede ser aprovechada para mejorar la democracia y la inclusividad o permitir que se profundice aún más el autoritarismo y la desigualdad. La elección no depende de una generación futura lejana; es nuestra, ahora.
Las tecnologías poderosas vienen con grandes riesgos. La IA puede ser fácilmente utilizada como una herramienta de opresión; sin una supervisión estricta, puede convertirse en el aparato de vigilancia definitivo, despojando la privacidad y las libertades civiles bajo la apariencia de seguridad o eficiencia. Por ejemplo, han surgido informes sobre el uso de tecnología de reconocimiento facial impulsada por IA en ciertas regiones para monitorear a los ciudadanos. En los últimos años, se han levantado preocupaciones sobre la implementación de tales tecnologías en espacios públicos sin una regulación adecuada, lo que lleva a posibles violaciones de los derechos humanos y abusos de poder. La IA también puede ser utilizada de maneras "más suaves" para perpetuar narrativas falsas de manera muy convincente.
Además, si el acceso a las tecnologías de IA permanece concentrado entre la élite, corremos el riesgo de exacerbar la desigualdad, ampliando la brecha entre los que tienen y los que no tienen hasta un grado sin precedentes. En algunos países en desarrollo, la falta de infraestructura e inversión en tecnología de IA significa que poblaciones enteras podrían quedarse atrás en la revolución tecnológica, profundizando aún más las disparidades económicas y sociales.
Si bien es importante reconocer los riesgos, desestimar la IA como inherentemente peligrosa pasa por alto sus beneficios potenciales. Hay un potencial inmenso para que la IA revolucione cómo nos involucramos con la democracia. Empoderar a los ciudadanos a través de la IA puede facilitar una mayor participación en la gobernanza, haciendo que los datos complejos sean comprensibles y los procesos de toma de decisiones más transparentes. Por ejemplo, algunos municipios han comenzado a usar plataformas impulsadas por IA para analizar comentarios públicos sobre problemas locales, permitiendo una formulación de políticas más receptiva e inclusiva. Mejorar la rendición de cuentas es otra posibilidad. La tecnología blockchain y la IA pueden combinarse para crear sistemas transparentes para el seguimiento del gasto gubernamental, reduciendo la corrupción y aumentando la confianza en las instituciones públicas. En los países donde se han probado tales tecnologías, ha habido señales prometedoras de un mayor compromiso público y supervisión. Pero, en mejorar la sociedad civil y atender hacia el funcionamiento de las verdaderas democracias, aún hay mucho espacio para la mejora en cómo usamos la IA y otras tecnologías nacientes. Las instituciones inclusivas pueden guiar el desarrollo ético de la IA, asegurando que sirva al bien público, mientras que las instituciones extractivas pueden explotar la tecnología para consolidar el poder, reflejando la dinámica descrita por los laureados.
Pasos prácticos hacia el empoderamiento de la sociedad civil a través de la educación y la tecnología
Si estamos serios sobre construir sociedades inclusivas y civiles, debemos tomar acciones audaces:
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Reformar las prioridades educativas: Cambiar el enfoque de producir trabajadores a cultivar ciudadanos. Esto significa priorizar asignaturas y actividades que fomenten el pensamiento crítico, la empatía y la participación cívica.
Finlandia, por ejemplo, reformó sus sistemas educativos para enfatizar el aprendizaje centrado en el estudiante y el pensamiento crítico. Las escuelas finlandesas incorporan proyectos interdisciplinarios que alientan a los estudiantes a explorar cuestiones sociales, fomentando un sentido de responsabilidad cívica. Por ejemplo, los estudiantes podrían participar en proyectos de servicio comunitario o actividades de resolución de problemas colaborativas que aborden preocupaciones ambientales locales, vinculando así la educación directamente al desarrollo societal.
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Democratizar el acceso a la tecnología: Asegurar que la IA y otras tecnologías avanzadas sean accesibles para todos los segmentos de la sociedad, no solo para unos pocos privilegiados. Esto podría implicar financiación pública para centros tecnológicos comunitarios o iniciativas de IA de código abierto.
Por ejemplo, la iniciativa Digital India busca proporcionar infraestructura digital y alfabetización en todo el país, especialmente en áreas rurales. Al establecer centros de servicios comunes equipados con acceso a internet y computadoras, el programa cierra la brecha digital. Además, plataformas de código abierto como TensorFlow hacen que herramientas avanzadas de IA estén disponibles para cualquiera con acceso a internet, permitiendo la innovación y el aprendizaje sin la barrera de licencias de software costosas.
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Establecer asambleas ciudadanas: Utilizar la tecnología para facilitar procesos de toma de decisiones participativos a gran escala, dando a las personas una voz directa en la configuración de las políticas que les afectan.
En Irlanda, las asambleas ciudadanas han sido instrumentales para abordar cuestiones complejas como el matrimonio entre personas del mismo sexo y las leyes de aborto. Ciudadanos seleccionados al azar deliberaron y realizaron recomendaciones que condujeron a referendos y cambios legislativos. En el frente tecnológico, ciudades como Barcelona utilizan plataformas como Decidim, una herramienta de democracia participativa de código abierto que permite a los residentes proponer y votar políticas locales en línea, aumentando la transparencia y la participación cívica.
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Implementar una supervisión robusta de la IA: Crear organismos independientes encargados de monitorear el uso de la IA para prevenir abusos de poder y proteger los derechos individuales.
La Unión Europea está liderando esfuerzos regulatorios con su propuesta de Ley de Inteligencia Artificial, que busca clasificar las aplicaciones de IA basadas en el riesgo e imponer regulaciones estrictas en sistemas de IA de alto riesgo. Comités de supervisión independientes harían cumplir el cumplimiento, asegurando que la IA se use éticamente y no infrinja los derechos individuales. Organizaciones como la Liga de Justicia Algorítmica también están abogando por la rendición de cuentas en la IA, impulsando estándares que prevengan prácticas discriminatorias.
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Reformular la alfabetización tecnológica como un deber cívico: Así como esperamos que los ciudadanos comprendan las leyes y derechos básicos, la alfabetización tecnológica debería ser vista como esencial para la participación significativa en la sociedad moderna cuando se combina con habilidades de metaliteracidad.
Estonia ha hecho de la competencia digital una prioridad nacional, integrándola en su sistema educativo desde temprana edad. Los estudiantes aprenden no solo cómo usar la tecnología sino también cómo entender y evaluar críticamente la información digital. El país ofrece programas de e-residencia y plataformas en línea para servicios gubernamentales, haciendo que la alfabetización tecnológica sea esencial para la participación cívica. Las iniciativas públicas brindan a los adultos oportunidades para mejorar sus habilidades digitales, reconociendo que una población informada es crucial para una democracia robusta.
Reimaginando el papel de la IA en la democracia
La educación y la tecnología no son fuerzas neutrales; contribuyen tanto a la inclusión y la democracia como permiten la opresión y la desigualdad. Debemos reclamar la tecnología como una herramienta para muchos, no solo para unos pocos. Las instituciones que construimos hoy determinarán la prosperidad y la libertad de las generaciones venideras. Esto requiere cambios de paradigma fundamentales:
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De consumidores pasivos a prosumidores activos y formadores: Animar a los individuos a pasar de la mera consumption de tecnología a convertirse en creadores e influenciadores de aplicaciones tecnológicas.
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Hacia el desarrollo colaborativo: Fomentar asociaciones entre tecnólogos, legisladores, educadores y ciudadanos para desarrollar sistemas de IA que reflejen valores y prioridades compartidos.
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Hacia marcos éticos con fuerza: Ir más allá de las frases hechas sobre la "IA ética" e implementar regulaciones exigibles que responsabilicen a corporaciones y gobiernos. Se trata de crear conjuntos de reglas fuertes que se utilicen por todos—y se hagan cumplir para el beneficio de todos.
Como han demostrado Acemoglu, Johnson y Robinson, las instituciones que conformamos hoy dictarán nuestro futuro colectivo. Es imperativo que aprovechemos la educación y la tecnología no como herramientas neutrales, sino como instrumentos deliberados para fomentar la inclusión y fortalecer la democracia. La resiliencia de nuestras sociedades depende de las elecciones que hacemos ahora.
Lecturas adicionales
- Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Why nations fail: The origins of power, prosperity, and poverty. Londres: Profile.
- Johnson, S., & Acemoglu, D. (2005). Desglosando instituciones. Journal of Political Economy, 113(5), 949-995.
- Mackey, T. P., & Jacobson, T. E. (2014). Metaliteracidad: Reinventando la alfabetización informacional para empoderar a los aprendices. Chicago: ALA Neal-Schuman.
(Crédito de imagen: DALL-E)
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